Saragossa is prepared to implant its new strategy of water saving in green zones
Mon, 19/07/2010
Este es uno de los objetivos de una nueva ordenanza del Ayuntamiento de Zaragoza que busca la sostenibilidad a toda costa. Dentro del texto, se incluye, entre otras cosas, una lista con las plantas utilizadas en xerojardinería que favorecen este objetivo y que, si se implantan poco a poco, ayudarán a reducir el consumo a largo plazo. No obstante, todo tiene sus límites, y los expertos advierten de que la jardinería, como casi todo, no es una ciencia exacta.
Por ejemplo, en Zaragoza se recomienda plantar acacias, sobrias en el consumo y hermosas, pero hay que tener en cuenta que no sobrevivirán al duro invierno en la depresión del Ebro. También son una buena elección los almeces: estos podrán subsistir con poco alimento, pero no esperen que se conviertan en ejemplares frondosos ni que, por tanto, contribuyan tanto a la reducción de la polución como podrían hacerlo si se desarrollaran más. Además, otras también 'beben' poco, pero causan alergias, son venenosas o están llenas de pinchos, lo que hace que no deban plantarse, por ejemplo, en parques infantiles.
"Las cosas no son blancas o negras. Para empezar, hay zonas ya plantadas donde sería una locura arrancar lo que hay y replantar, y esto limita las acciones. En las nuevas zonas, además, no se puede escoger unas especies solo porque necesiten poca agua. Hay que decidir con cabeza y lograr un equilibrio entre las necesidades del árbol y los beneficios que aporta por la contaminación que captura, su capacidad de adaptación, la sombra que ofrece...", explica Luis Montes, jefe de la unidad de arboricultura. En el caso de algunas especies la decisión está más clara. Por ejemplo, sería una locura apostar por introducir las hayas en la ciudad -solo hay algunas en el jardín botánico-, ya que necesitan mucha agua y estarían condenadas a morir en poco tiempo o a consumir una cantidad ingente de agua. Tampoco tiene sentido seguir potenciando el césped, algo que, sin embargo, ha pasado en el Parque del Agua. Se calcula que en la ciudad hay 3 millones de metros cuadrados de esta especie y, como consecuencia, serían necesarios Melia. Sus hojas están muy divididas, lo que ayuda a un menor consumo. Luchan contra la contaminación, que queda adherida en sus hojas. Da mucha sombra, aguanta las heladas y sus flores huelen muy bien.
Pino francés. Su follaje recuerda a las plumas del casuar y la forma de sus hojas favorece un menor consumo de agua. Algunos dicen que sobrevive con solo 250 litros de agua por y aguanta heladas de hasta -10 grados.
Ailanto. Es una especie candidata porque es capaz de subsistir con poca agua, aunque entonces crece poco. Son árboles invasores y sus detractores alertan de que causan alergia y que, en ocasiones, pueden generar mal olor.
Olivo. Muy identificativo del área mediterránea, es un estupendo ahorrador de agua. Es elegido para zonas amplias, como plazas o rotondas, porque suele alcanzar un notable tamaño no apto para los alcorques de acera.
Almez. Necesita de riego abundante los dos primeros años, pero luego puede subsistir con poco. Cuanta menos agua recibe, menos transpira y, a su vez, menos le queda para el proceso de fotosíntesis. Con el sistema de riego inteligente del proyecto Optimizagua, se instalan sensores de humedad en el suelo y estaciones meteorológicas que miden la presión atmosférica, la radiación, la temperatura, la velocidad del viento y detectan si ha llovido, entre otras variables.
Toda esta información "viaja", mediante un complejo sistema, hasta una estación central que recibe todos los datos y de la que dependerá la decisión de riego. Es decir, si ha llovido suficiente no dará la orden para que se abra la válvula y comience a repartirse el agua. 18.000 metros cúbicos diarios para mantenerlo en óptimo estado.
Sin embargo, hay otros árboles que, aunque en principio no están dentro de la lista de los más ahorradores, son perfectos para vivir en las zonas urbanizadas. En las superficies edificadas, los suelos se compactan mucho, y se necesitan especies que puedan sobrevivir en estas zonas que tienen poco oxígeno. Algunos de estos árboles, tradicionalmente, han vivido en hábitats con mucha agua y poco oxígeno y consiguen adaptarse a los dominios del cemento.
"La introducción de las especies ahorradoras de agua es un proyecto a largo plazo", reconoce Lola Campos, concejal de Medio Ambiente. "La Ordenanza no incluye una renovación masiva de especies (...) ni habla de plantas buenas y plantas malas. Se trata de, en la medida de lo posible, introducir especies de menor consumo en los parques y jardines de nueva planta o en algunas intervenciones. No siempre se puede y hay que atender a otros criterios botánicos antes de actuar", afirma. El compromiso con el ahorro tiene sus complicaciones, pero el Ayuntamiento insiste en que no reblará. Además, no solo apuesta por la selección de especies siempre que sea posible.
Para empezar, la ordenanza indica la conveniencia de incorporar recubrimientos de suelo que impidan la evaporación y que se creen zonas de sombra para reducir la pérdida de humedad.
Además, en las superficies de nueva creación de más de una hectárea, el diseño deberá dedicar una extensión máxima del 35% al césped; del 15 al 20% se destinará a andadores pavimentados o blandos; un 20% deberá ser para arbustos de bajo mantenimiento y un 30% mínimo para arbolado en superficie de tierra o con plantas tapizantes.
Otro de los planes estrella es, sin duda, el riego inteligente. La Fundación San Valero ha apostado por esta opción, que ya ha dado frutos en lugares como el parque Oliver.
En concreto, el proyecto Optimizagua ha demostrado que se pueden implantar sistemas que se autocontrolan y consiguen un ahorro notable. Estas técnicas utilizan en buena parte las aguas pluviales, reduciendo el consumo de agua que llega desde las redes públicas de abastecimiento. Además, corrigen los excesos de aporte hídrico, porque con sensores y mediante tecnología 'limpia' pueden detectar si está lloviendo y no es necesario regar o si el grado de humedad es alto y tampoco merece la pena gastar agua ese día. Miden temperatura, velocidad del viento... y todas estas variables hacen que el autómata decida abrir o no el suministro. El agua que se utiliza es recogida cuando llueve y existe un aljive donde es almacenada. Normalmente se utiliza este depósito, y no la de las redes públicas de abastecimiento, lo que consigue un considerable ahorro frente a otras alternativas.
El sistema garantiza que las necesidades del campo estén cubiertas. Aunque no es lo habitual, si el aljive no tiene agua suficiente, el autómata también recibe esta información y puede decidir que en este caso se utilice la red pública de abastecimiento en beneficio de los cultivos.
El sistema es capaz de generar distintos planes de riego en función de las necesidades y condiciones climáticas bajo criterios de eficiencia. Este proyecto está coordinado por la Fundación San Valero y además cuenta con la colaboración del Ayuntamiento, entre otros.
Por ejemplo, en Zaragoza se recomienda plantar acacias, sobrias en el consumo y hermosas, pero hay que tener en cuenta que no sobrevivirán al duro invierno en la depresión del Ebro. También son una buena elección los almeces: estos podrán subsistir con poco alimento, pero no esperen que se conviertan en ejemplares frondosos ni que, por tanto, contribuyan tanto a la reducción de la polución como podrían hacerlo si se desarrollaran más. Además, otras también 'beben' poco, pero causan alergias, son venenosas o están llenas de pinchos, lo que hace que no deban plantarse, por ejemplo, en parques infantiles.
"Las cosas no son blancas o negras. Para empezar, hay zonas ya plantadas donde sería una locura arrancar lo que hay y replantar, y esto limita las acciones. En las nuevas zonas, además, no se puede escoger unas especies solo porque necesiten poca agua. Hay que decidir con cabeza y lograr un equilibrio entre las necesidades del árbol y los beneficios que aporta por la contaminación que captura, su capacidad de adaptación, la sombra que ofrece...", explica Luis Montes, jefe de la unidad de arboricultura. En el caso de algunas especies la decisión está más clara. Por ejemplo, sería una locura apostar por introducir las hayas en la ciudad -solo hay algunas en el jardín botánico-, ya que necesitan mucha agua y estarían condenadas a morir en poco tiempo o a consumir una cantidad ingente de agua. Tampoco tiene sentido seguir potenciando el césped, algo que, sin embargo, ha pasado en el Parque del Agua. Se calcula que en la ciudad hay 3 millones de metros cuadrados de esta especie y, como consecuencia, serían necesarios Melia. Sus hojas están muy divididas, lo que ayuda a un menor consumo. Luchan contra la contaminación, que queda adherida en sus hojas. Da mucha sombra, aguanta las heladas y sus flores huelen muy bien.
Pino francés. Su follaje recuerda a las plumas del casuar y la forma de sus hojas favorece un menor consumo de agua. Algunos dicen que sobrevive con solo 250 litros de agua por y aguanta heladas de hasta -10 grados.
Ailanto. Es una especie candidata porque es capaz de subsistir con poca agua, aunque entonces crece poco. Son árboles invasores y sus detractores alertan de que causan alergia y que, en ocasiones, pueden generar mal olor.
Olivo. Muy identificativo del área mediterránea, es un estupendo ahorrador de agua. Es elegido para zonas amplias, como plazas o rotondas, porque suele alcanzar un notable tamaño no apto para los alcorques de acera.
Almez. Necesita de riego abundante los dos primeros años, pero luego puede subsistir con poco. Cuanta menos agua recibe, menos transpira y, a su vez, menos le queda para el proceso de fotosíntesis. Con el sistema de riego inteligente del proyecto Optimizagua, se instalan sensores de humedad en el suelo y estaciones meteorológicas que miden la presión atmosférica, la radiación, la temperatura, la velocidad del viento y detectan si ha llovido, entre otras variables.
Toda esta información "viaja", mediante un complejo sistema, hasta una estación central que recibe todos los datos y de la que dependerá la decisión de riego. Es decir, si ha llovido suficiente no dará la orden para que se abra la válvula y comience a repartirse el agua. 18.000 metros cúbicos diarios para mantenerlo en óptimo estado.
Sin embargo, hay otros árboles que, aunque en principio no están dentro de la lista de los más ahorradores, son perfectos para vivir en las zonas urbanizadas. En las superficies edificadas, los suelos se compactan mucho, y se necesitan especies que puedan sobrevivir en estas zonas que tienen poco oxígeno. Algunos de estos árboles, tradicionalmente, han vivido en hábitats con mucha agua y poco oxígeno y consiguen adaptarse a los dominios del cemento.
"La introducción de las especies ahorradoras de agua es un proyecto a largo plazo", reconoce Lola Campos, concejal de Medio Ambiente. "La Ordenanza no incluye una renovación masiva de especies (...) ni habla de plantas buenas y plantas malas. Se trata de, en la medida de lo posible, introducir especies de menor consumo en los parques y jardines de nueva planta o en algunas intervenciones. No siempre se puede y hay que atender a otros criterios botánicos antes de actuar", afirma. El compromiso con el ahorro tiene sus complicaciones, pero el Ayuntamiento insiste en que no reblará. Además, no solo apuesta por la selección de especies siempre que sea posible.
Para empezar, la ordenanza indica la conveniencia de incorporar recubrimientos de suelo que impidan la evaporación y que se creen zonas de sombra para reducir la pérdida de humedad.
Además, en las superficies de nueva creación de más de una hectárea, el diseño deberá dedicar una extensión máxima del 35% al césped; del 15 al 20% se destinará a andadores pavimentados o blandos; un 20% deberá ser para arbustos de bajo mantenimiento y un 30% mínimo para arbolado en superficie de tierra o con plantas tapizantes.
Otro de los planes estrella es, sin duda, el riego inteligente. La Fundación San Valero ha apostado por esta opción, que ya ha dado frutos en lugares como el parque Oliver.
En concreto, el proyecto Optimizagua ha demostrado que se pueden implantar sistemas que se autocontrolan y consiguen un ahorro notable. Estas técnicas utilizan en buena parte las aguas pluviales, reduciendo el consumo de agua que llega desde las redes públicas de abastecimiento. Además, corrigen los excesos de aporte hídrico, porque con sensores y mediante tecnología 'limpia' pueden detectar si está lloviendo y no es necesario regar o si el grado de humedad es alto y tampoco merece la pena gastar agua ese día. Miden temperatura, velocidad del viento... y todas estas variables hacen que el autómata decida abrir o no el suministro. El agua que se utiliza es recogida cuando llueve y existe un aljive donde es almacenada. Normalmente se utiliza este depósito, y no la de las redes públicas de abastecimiento, lo que consigue un considerable ahorro frente a otras alternativas.
El sistema garantiza que las necesidades del campo estén cubiertas. Aunque no es lo habitual, si el aljive no tiene agua suficiente, el autómata también recibe esta información y puede decidir que en este caso se utilice la red pública de abastecimiento en beneficio de los cultivos.
El sistema es capaz de generar distintos planes de riego en función de las necesidades y condiciones climáticas bajo criterios de eficiencia. Este proyecto está coordinado por la Fundación San Valero y además cuenta con la colaboración del Ayuntamiento, entre otros.