The climate change full of arsenic the lakes of Pyrenees

Wed, 22/06/2011

iagua.es

El cambio climático ha dejado de ser un mito y los lagos de alta montaña que se encuentran en los Pirineos son la prueba más evidente. La elevación del nivel de congelación, el aumento general de la frecuencia de los períodos secos y la reducción de la cubierta de nieve desde los años 80 traen consigo una consecuencia directa: la acumulación de metales pesados como arsénico y níquel se ha disparado y comienza a poner en peligro los cursos de agua que bajan desde los lagos. Esas son las principales conclusiones de la tesis de doctorado de Dragos Zaharescu, hecha tras seis años de expediciones “cargando con la mochila subiendo y bajando 8000 metros”.

Su ubicación en la parte alta de la topografía y la interacción con la atmósfera provoca que los lagos pirenaicos tengan una alta sensibilidad a los factores ambientales, lo que hace que el cambio climático se refleje de manera casi inmediata en sus aguas con la disolución de los metales pesados de las rocas. Los niveles de concentración de arsénico y de níquel, “dos elementos peligrosos”, ya superaron el límite de seguridad para la protección de la vida acuática en los sedimentos superficiales. “Esto apunta la una amenaza potencial para los ecosistemas y para la población. Un riesgo que se va incrementando con el tiempo debido la todos los cambios en los factores ambientales que predicen los modelos climáticos para las próximas décadas”, explica Zaharescu.
El traslado de la población, una posibilidad

El peligro mayor está sobre todo en la alteración de las temperaturas y de las precipitaciones, ya que “pueden causar cambios graves en la hidrología, en la cubierta de nieve, en el régimen de desgaste y en la erosión del suelo” y de este modo influir en los ciclos biogeoquímicos de los metales pesados.

La primera recomendación de este investigador es clara: no introducir modificaciones en medio ambiente, como retirar los sedimentos del fondo de los lagos, “porque el ser humano normalmente lo que cambia no es para bien y sólo aumentaría el riesgo. Debemos comunicar los resultados científicos a los responsables de las áreas donde el peligro es mayor para poder decidir con cierto margen sobre fuentes de agua y alimento alternativos procedentes de zonas no contaminadas”, subraya.

Una advertencia: si se deja pasar el tiempo sin hacer nada, habría que empezar a pensar ya en el traslado de las poblaciones humanas, con todos los trastornos económicos que supondría, sobre todo toda vez que en esas zonas a riqueza está muy relacionada con el turismo de aventura o de nieve. ” Tenemos que ser muy conscientes y responsables de los cambios que determinan nuestras acciones y el efecto respuesta que se produce en medio ambiente, algo a lo que le veníamos prestando muy poca atención”, apunta Zaharescu.
Con muchos frentes abiertos

Fueron seis años de esfuerzo que dieron sus frutos, aunque Zaharescu no tiene claro si lo haría otra vez. ”Sería de otra forma, partiendo de otras hipótesis, porque es bonito subir a pie y ver tantos lagos, pero acabas literalmente roto”.

Ya antes de leer su tesis, con la que consiguió un sobresaliente cum laude, un puesto como investigador le estaba esperando en Tucson, Arizona, donde ahora buscará respuesta al montón de preguntas en el aire que dejaron los resultados conseguidos. “En la Universidad de Arizona voy a tentar comprobar si los metales pesados están en una forma química biodispoñible, lo que podría conlevar un incremento en la acumulación en su flora y fauna. Lo más importante de estos incrementos es que se verán incorporados y aumentados al largo de la cadena trófica. Eso al final podrá tener repercusión en los servicios que los ecosistemas ofrecen a las poblaciones humanas”, reconoce el investigador. A 30 grados por el día y 5 por la noche, Zaharescu tratará de encontrar la respuesta a tantas incógnitas.