The last chance of the Albufera
Sun, 28/08/2011
La Albufera fue cristalina en una época no demasiado remota. Los pescadores podían meter la mano en el agua y verse los dedos. En el Palmar, la pedanía valenciana bañada por el lago, llegaban a lavar los platos en las orillas, bebían de los ullals o nadaban sin reservas, algo que ahora, con el actual estado verdoso, causaría, cuanto menos, reticencias.
Eran los años 60, cuando la principal presión que sufría el lago, antes de los desarrollos industriales y urbanísticos de las localidades ribereñas, era la pesca. Y qué pesca. Se llegaban a sacar en un año cien mil kilos de anguilas. En el último ejercicio la cifra no ha pasado de varios centenares para desesperación de los pescadores con derechos históricos para faenar en el humedal.
Una década después la Albufera comenzó a sufrir las primeras estocadas, con ingentes vertidos de agua sin depurar procedentes de polígonos y poblaciones, aterramientos y reducciones de las aportaciones hídricas propias de su ciclo natural. Estuvo herida de muerte y todavía sigue convaleciente. La declaración de parque natural o las mejoras en el saneamiento de las localidades que la asedian han permitido reducir las agresiones, pero no ha sido suficiente. Para hacerse una idea, las inversiones previstas o en marcha para devolverle su esplendor superan los 180 millones.
La carga orgánica de las aguas que llegan al humedal provocan un elevado estado de eutrofización. La presencia de fitoplacton (algas microscópicas) hace que el lago mantenga un estado turbio y verdoso de forma permanente. La luz no llega al fondo (pese a que la máxima profundidad es de 0,9 metros), lo que ha favorecido la desaparición de la vegetación subacuática, fundamental para el equilibrio del ecosistema. Ya no hay ni fartet, samaruc o gambetes, especies autóctonas, y la pesca cada año es menor. De forma sencilla lo explica el profesor Miguel Martín, del departamento de Ingeniería Hidráulica y del Medio Ambiente de la Politécnica. «Ante el incremento de nutrientes a partir de los años 70 se ha producido un crecimiento excesivo de algas que le dan ese aspecto verdoso al agua, lo que ha provocado la desaparición de la vegetación sumergida», explica.
Acabar con la materia orgánica y con los nutrientes que llegan a la Albufera es fundamental para propiciar su recuperación. Y para ello es necesario actuar directamente en la mejora de las redes de saneamiento, evitando los vertidos urbanos e industriales que todavía se producen, y en la depuración, reduciendo los nutrientes en las aguas urbanas (mediante el tratamiento terciario), antes de enviarlas a los regadíos o al lago.
La batería de medidas impulsadas por el Ministerio de Medio Ambiente y la Confederación Hidrográfica del Júcar buscan sendos objetivos. Se articulan a través del plan Agua Albufera, presentado en 2004, cuya meta es revertir el estado del humedal a una situación parecida a la de los años 60: agua clara, vegetación sumergida y especies autóctonas. Y para ello se servirán de una red de filtros verdes.
Tras años de trabajos, a finales de 2011 habrán terminado una parte importante de las actuaciones, consistentes en mejorar y ampliar las plantas depuradoras de Albufera Sur (en Sollana) y de Sueca, como explica Fernando Juan, director de proyectos de la empresa pública que acomete las obras, Acuamed.
Terciario y filtros
En ambos casos, las aguas urbanas procesadas pasarán por un tratamiento terciario para reducir su carga orgánica antes de dedicarlas a tareas de riego. Pero los caudales que se deriven a la Albufera pasarán también por los filtros, asociados a ambas plantas. Se trata de humedales artificiales formados por plantas caracterizadas por su capacidad para absorber el fósforo y el nitrógeno, entre otros elementos que contribuyen al proceso de eutrofización. Así, el agua depurada se hace circular por las celdas donde se encuentran las plantaciones (fundamentalmente eneas y carrizos) antes de verterse al lago.
Su aportación ambiental se unirá a la labor que ya desempeña el filtro instalado en el Tancat de la Pipa, que funciona desde hace dos años con resultados más que positivos, con significativas reducciones en las cantidades de fósforo, nitrógeno y sólidos en suspensión.
El plan estatal, además, incluye un proyecto piloto para el tratamiento de las aguas terciarias de la depuradora de Pinedo. De momento, se ha terminado de construir un filtro en el nuevo cauce del Turia, y en función de los resultados durante los próximos tres años, se acometerá una segunda fase para implantarlo de forma definitiva.
Las actuaciones en la depuradora de Sueca han permitido ampliar su capacidad, incluyendo el tratamiento de los núcleos urbanos costeros. Se evitarán así gran cantidad de vertidos en acequias, con el consiguiente impacto en la Albufera. El agua tratada, tras pasar por el proceso terciario, podrá ser aprovechada para tareas de riego a través de la acequia mayor de Sueca, y cuando no haya demanda, se impulsará hacia la Albufera previo paso por el filtro verde. Este se sitúa en el Estany de la Plana y tiene una extensión de 14,2 hectáreas (el equivalente a 14 terrenos de juego de un campo de fútbol).
El proyecto de reutilización de las aguas depuradas en la planta de Albufera Sur es similar. Se destinan a regadíos y a un uso ecológico a través de su filtro asociado, situado en el Tancat de Milia (en Sollana), de 33 hectáreas. Esta última actuación ya ha arrojado algunos resultados. Hace escasas semanas se transfirió su gestión a Global Nature, que de hecho ha colaborado en su diseño. Desde la asociación ecologista, Antonio Guillem explica que la reducción del fósforo, nitrógeno y del niveles de clorofila en el agua tratada «ha sido muy evidente». Incluso en las propias instalaciones «se ha producido una explosión de vegetación subacuática», que es uno de los objetivos del programa para regenerar la Albufera.
Según la información facilitada por Acuamed en unas jornadas sobre filtros verdes, en algunas de las celdas de este humedal artificial se alcanzaron concentraciones de 0,05 miligramos de fósforo por litro de agua, siendo el máximo detectado un 0,2. La presencia media en la Albufera es de 0,4, mientras que el agua depurada tras un tratamiento terciario suele quedarse en parámetros situados entre 1 y 0,5.
El profesor Martín, de la Politécnica, participó en la creación y gestión del filtro del Tancat de la Pipa. En este caso, depura agua tomada en el propio lago a diferencia de los anteriores, que lo hacen con caudales procedentes de estaciones depuradoras. Los resultados son esperanzadores. Los sólidos suspendido se redujeron un 5,9%, el nitrógeno un 9% y el fósforo un 15%.
Los objetivos del filtro experimental del nuevo cauce del Turia también son ambiciosos. El director del proyecto, Vicente Botella, comenta que la idea es conseguir que los niveles de fósforo del agua tratada en Pinedo, en torno a 0,5 mg/l, se reduzcan a 0,1. El proyecto piloto comenzará a funcionar en los próximos días, y si los resultados son positivos, se acometerá una segunda fase para ampliarlo a 18 hectáreas. Así, el agua pura que se consiga se verterá en el barranco del Poyo, desde donde contribuirá a revitalizar el tesoro natural de la Albufera.
Eran los años 60, cuando la principal presión que sufría el lago, antes de los desarrollos industriales y urbanísticos de las localidades ribereñas, era la pesca. Y qué pesca. Se llegaban a sacar en un año cien mil kilos de anguilas. En el último ejercicio la cifra no ha pasado de varios centenares para desesperación de los pescadores con derechos históricos para faenar en el humedal.
Una década después la Albufera comenzó a sufrir las primeras estocadas, con ingentes vertidos de agua sin depurar procedentes de polígonos y poblaciones, aterramientos y reducciones de las aportaciones hídricas propias de su ciclo natural. Estuvo herida de muerte y todavía sigue convaleciente. La declaración de parque natural o las mejoras en el saneamiento de las localidades que la asedian han permitido reducir las agresiones, pero no ha sido suficiente. Para hacerse una idea, las inversiones previstas o en marcha para devolverle su esplendor superan los 180 millones.
La carga orgánica de las aguas que llegan al humedal provocan un elevado estado de eutrofización. La presencia de fitoplacton (algas microscópicas) hace que el lago mantenga un estado turbio y verdoso de forma permanente. La luz no llega al fondo (pese a que la máxima profundidad es de 0,9 metros), lo que ha favorecido la desaparición de la vegetación subacuática, fundamental para el equilibrio del ecosistema. Ya no hay ni fartet, samaruc o gambetes, especies autóctonas, y la pesca cada año es menor. De forma sencilla lo explica el profesor Miguel Martín, del departamento de Ingeniería Hidráulica y del Medio Ambiente de la Politécnica. «Ante el incremento de nutrientes a partir de los años 70 se ha producido un crecimiento excesivo de algas que le dan ese aspecto verdoso al agua, lo que ha provocado la desaparición de la vegetación sumergida», explica.
Acabar con la materia orgánica y con los nutrientes que llegan a la Albufera es fundamental para propiciar su recuperación. Y para ello es necesario actuar directamente en la mejora de las redes de saneamiento, evitando los vertidos urbanos e industriales que todavía se producen, y en la depuración, reduciendo los nutrientes en las aguas urbanas (mediante el tratamiento terciario), antes de enviarlas a los regadíos o al lago.
La batería de medidas impulsadas por el Ministerio de Medio Ambiente y la Confederación Hidrográfica del Júcar buscan sendos objetivos. Se articulan a través del plan Agua Albufera, presentado en 2004, cuya meta es revertir el estado del humedal a una situación parecida a la de los años 60: agua clara, vegetación sumergida y especies autóctonas. Y para ello se servirán de una red de filtros verdes.
Tras años de trabajos, a finales de 2011 habrán terminado una parte importante de las actuaciones, consistentes en mejorar y ampliar las plantas depuradoras de Albufera Sur (en Sollana) y de Sueca, como explica Fernando Juan, director de proyectos de la empresa pública que acomete las obras, Acuamed.
Terciario y filtros
En ambos casos, las aguas urbanas procesadas pasarán por un tratamiento terciario para reducir su carga orgánica antes de dedicarlas a tareas de riego. Pero los caudales que se deriven a la Albufera pasarán también por los filtros, asociados a ambas plantas. Se trata de humedales artificiales formados por plantas caracterizadas por su capacidad para absorber el fósforo y el nitrógeno, entre otros elementos que contribuyen al proceso de eutrofización. Así, el agua depurada se hace circular por las celdas donde se encuentran las plantaciones (fundamentalmente eneas y carrizos) antes de verterse al lago.
Su aportación ambiental se unirá a la labor que ya desempeña el filtro instalado en el Tancat de la Pipa, que funciona desde hace dos años con resultados más que positivos, con significativas reducciones en las cantidades de fósforo, nitrógeno y sólidos en suspensión.
El plan estatal, además, incluye un proyecto piloto para el tratamiento de las aguas terciarias de la depuradora de Pinedo. De momento, se ha terminado de construir un filtro en el nuevo cauce del Turia, y en función de los resultados durante los próximos tres años, se acometerá una segunda fase para implantarlo de forma definitiva.
Las actuaciones en la depuradora de Sueca han permitido ampliar su capacidad, incluyendo el tratamiento de los núcleos urbanos costeros. Se evitarán así gran cantidad de vertidos en acequias, con el consiguiente impacto en la Albufera. El agua tratada, tras pasar por el proceso terciario, podrá ser aprovechada para tareas de riego a través de la acequia mayor de Sueca, y cuando no haya demanda, se impulsará hacia la Albufera previo paso por el filtro verde. Este se sitúa en el Estany de la Plana y tiene una extensión de 14,2 hectáreas (el equivalente a 14 terrenos de juego de un campo de fútbol).
El proyecto de reutilización de las aguas depuradas en la planta de Albufera Sur es similar. Se destinan a regadíos y a un uso ecológico a través de su filtro asociado, situado en el Tancat de Milia (en Sollana), de 33 hectáreas. Esta última actuación ya ha arrojado algunos resultados. Hace escasas semanas se transfirió su gestión a Global Nature, que de hecho ha colaborado en su diseño. Desde la asociación ecologista, Antonio Guillem explica que la reducción del fósforo, nitrógeno y del niveles de clorofila en el agua tratada «ha sido muy evidente». Incluso en las propias instalaciones «se ha producido una explosión de vegetación subacuática», que es uno de los objetivos del programa para regenerar la Albufera.
Según la información facilitada por Acuamed en unas jornadas sobre filtros verdes, en algunas de las celdas de este humedal artificial se alcanzaron concentraciones de 0,05 miligramos de fósforo por litro de agua, siendo el máximo detectado un 0,2. La presencia media en la Albufera es de 0,4, mientras que el agua depurada tras un tratamiento terciario suele quedarse en parámetros situados entre 1 y 0,5.
El profesor Martín, de la Politécnica, participó en la creación y gestión del filtro del Tancat de la Pipa. En este caso, depura agua tomada en el propio lago a diferencia de los anteriores, que lo hacen con caudales procedentes de estaciones depuradoras. Los resultados son esperanzadores. Los sólidos suspendido se redujeron un 5,9%, el nitrógeno un 9% y el fósforo un 15%.
Los objetivos del filtro experimental del nuevo cauce del Turia también son ambiciosos. El director del proyecto, Vicente Botella, comenta que la idea es conseguir que los niveles de fósforo del agua tratada en Pinedo, en torno a 0,5 mg/l, se reduzcan a 0,1. El proyecto piloto comenzará a funcionar en los próximos días, y si los resultados son positivos, se acometerá una segunda fase para ampliarlo a 18 hectáreas. Así, el agua pura que se consiga se verterá en el barranco del Poyo, desde donde contribuirá a revitalizar el tesoro natural de la Albufera.